Nuestros gobiernos no oyen, no ven y no dicen nada sobre lo que está ocurriendo en el
Tibet. Menos mal que los ciudadanos de a pié, aún podemos
oír (las noticias que llegan de
allí), ver (las pocas imágenes que salen de allí) y decir... pues en nuestros
países aun existe la libertad de expresión.
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